lunes, 31 de enero de 2011

Carta a ese alma que espero.

Hola. Yo sé que estás por ahí y realmente no sé como escribirte: no sé si tratarte de vos, de usted; todavía no se como te gusta que te traten. Sé que estás dando vueltas por el mundo, no se si cerca, no se si lejos. Todavía no se si te conozco, tampoco si verdaderamente existís, si alguna vez nos vamos a encontrar, si sos una fantasía de mi subconsiente o si simplemente estás esperando el momento indicado para tocar mi puerta. La verdad es que, de antemano, me gustaría que sepas algo... Tantas, tantas veces me subí al tren equivocado... No te das una idea de cuantas... Y esta vez, cuando aparezcas, me encantaría que éste sea el tren que debo tomar, el que me lleve por el camino correcto, no el que me baje en la sombría soledad de algún pueblo inventando, de alguna trinchera perdida, olvidada... Cuando decidí abordar los trenes anteriores, deje todo atrás, callé las voces negativs, tomé las positivas y, como quien está al borde del abismo, dí un paso al frente, aventurándome a algo nuevo, no conocido, algo que suponía que debía ser placentero... Pero no fue así. La vuelta a casa fue dolorosa, subir mi bandera blanca lo fue aún más. Querida alma, ¡no te das una idea cuánto costó! Antes de esa bandera- que significaba un 'Hasta acá llegué'-, perdí mi orgullo, mi dignidad y respeto por gente que verdadermente, con el tiempo, me demostró que no se lo merecía.
En estas simples lineas, quiero decirte que tu tarea va a ser dificil. Si querés ganarte mi confianza y mi fé, no va a ser facil. Te lo pido por favor, alma; cuidado al realizar tu tarea... Ya no quiero ver vías y llorar. Por favor, llevame a una buena estación, dejame en un lindo andén... Dejame del lado de la felicidad.
Gracias.