martes, 27 de diciembre de 2011

No pude evitar pensar. No pude evitar caer. No puedo evitarte, ya no.
Yo creo que es esta especie de catarsis que todos hacemos a fin de año. Él siempre termina entrando ahí... Él siempre estuvo ahí, nunca se fue; por eso entra, porque siempre figuró a pesar de la distancia, porque siempre estuvo esa mirada interesante, porque siempre me estremeció ante cada contacto, ante cada palabra, porque nunca me abandonó a pesar de no estar conmigo.
Hoy pido que se vaya rápido. Sé que va a doler, que lo voy a extrañar pero es lo mejor. Hoy ya no lo tengo cerca mío seguido pero aún así lo quiero acá, porque sé que lo tengo a unas pocas cuadras de distancia. Cuando lo tenga allá, pasando la frontera; tal vez ahí, en ese preciso momento, sea en el que me de cuenta en el que, a pesar de su querer y el mío, las cosas no se dieron de la mejor manera. Me voy a quedar con ese sabor amargo de no haberlo intentado una vez más pero... ¿Tercera oportunidad? ¿Para qué? ¿Para que se vayas y me quede acá, estancada en este pueblito, viviendo de ilusiones? No, no puedo. Hoy soy un poco egoista y pienso en mí y en mi bienestar.
En este 2012, van a ser contadas las veces que lo vea. No sé que va a pasar cuando tal evento se lleve a cabo, tampoco quiero planearlo. Solo espero que este cariño, este aprecio, este querer se vaya con las cosas de la mudanza y que se quede en la ruta... O se quede con él.